Junto con
las fronteras físicas nos encontramos con las fronteras culturales o sociales
que tampoco tienen por qué coincidir entre ellas. Siendo sincero no sé cuál me
gusta menos. Y, aunque reconozco que, como razonamiento práctico o como
solución práctica, a día de hoy es necesario establecer un control de acceso a
los Estados en base a la defensa de los intereses de estos, como razonamiento
ideológico se me hace ciertamente incomprensible que deban existir fronteras en
los territorios y que se hable de integridad territorial cuando para mi la
persona debiera estar por encima de los estados y de los territorios, es decir,
la integridad humana por encima de la geográfica. La Constitución Española en su
título primero habla de la dignidad de la persona, de los derechos inviolables
que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad … pero la
realidad es que sólo se le reconoce a los españoles o para quien adquiere la
nacionalidad española. Es decir, a modo de conclusión podemos afirmar que la
dignidad depende de un factor de suerte y este viene determinado por el dónde
naces. Más claro, si naces fuera de la frontera de Melilla o Ceuta seguramente
tu vida tendrá un devenir más complicado para el desarrollo de tu dignidad como
persona. Triste, ¿verdad?.
Desde un
punto de vista ético no entiendo como un ser humano no puede deambular por
cualquier territorio de la capa de la tierra con total libertad, no entiendo cómo
se puede poner límites a esa libre circulación y lo que es peor, que el hecho
de tener una determinada nacionalidad implique mayores y mejores derechos o no
tenerlos o te impida salir o entrar en un determinado territorio. Eso, en mi
modo de ver, es injusto. Lo estamos viendo cada día en la valla de Melilla, la
tristeza que genera ver la desesperación de quienes se arriesgan a saltarla o
la de tantos cientos que intentan llegar a las costas de Europa en cayucos,
donde ponen en un lado de la balanza la esperanza de una vida mejor y en el otro
la propia vida. Es doloroso ver como muchos prefieren correr el riesgo de
perder la vida a la vida que viven y en el mundo occidental donde tanto
presumimos de derechos, libertades y democracia miramos hacia otro lado cuando
hablamos de la dignidad del ser humano que no está dentro de nuestras
fronteras.
Manuel Giménez
Guàrdia

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