martes, 29 de abril de 2014

FRONTERAS


La característica esencial de los Estados es que en ellos reside la soberanía, o lo que es lo mismo, la posibilidad de implantar y ejercer su autoridad en la manera que tengan por conveniente o en la manera que se imponga, muchas veces, por el ejercicio de la fuerza. A partir de ahí se establecen las fronteras de los países o de los Estados, para que ese ejercicio no perjudique a otros o incluso para defenderse del perjuicio que otros Estados les puedan generar pudiendo exigir que los Estados foráneos se abstengan de actuar y penetrar en su territorio.


Junto con las fronteras físicas nos encontramos con las fronteras culturales o sociales que tampoco tienen por qué coincidir entre ellas. Siendo sincero no sé cuál me gusta menos. Y, aunque reconozco que, como razonamiento práctico o como solución práctica, a día de hoy es necesario establecer un control de acceso a los Estados en base a la defensa de los intereses de estos, como razonamiento ideológico se me hace ciertamente incomprensible que deban existir fronteras en los territorios y que se hable de integridad territorial cuando para mi la persona debiera estar por encima de los estados y de los territorios, es decir, la integridad humana por encima de la geográfica. La Constitución Española en su título primero habla de la dignidad de la persona, de los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad … pero la realidad es que sólo se le reconoce a los españoles o para quien adquiere la nacionalidad española. Es decir, a modo de conclusión podemos afirmar que la dignidad depende de un factor de suerte y este viene determinado por el dónde naces. Más claro, si naces fuera de la frontera de Melilla o Ceuta seguramente tu vida tendrá un devenir más complicado para el desarrollo de tu dignidad como persona. Triste, ¿verdad?.

Frontera de Melilla

Desde un punto de vista ético no entiendo como un ser humano no puede deambular por cualquier territorio de la capa de la tierra con total libertad, no entiendo cómo se puede poner límites a esa libre circulación y lo que es peor, que el hecho de tener una determinada nacionalidad implique mayores y mejores derechos o no tenerlos o te impida salir o entrar en un determinado territorio. Eso, en mi modo de ver, es injusto. Lo estamos viendo cada día en la valla de Melilla, la tristeza que genera ver la desesperación de quienes se arriesgan a saltarla o la de tantos cientos que intentan llegar a las costas de Europa en cayucos, donde ponen en un lado de la balanza la esperanza de una vida mejor y en el otro la propia vida. Es doloroso ver como muchos prefieren correr el riesgo de perder la vida a la vida que viven y en el mundo occidental donde tanto presumimos de derechos, libertades y democracia miramos hacia otro lado cuando hablamos de la dignidad del ser humano que no está dentro de nuestras fronteras.


Manuel Giménez Guàrdia

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