Algo hemos hecho mal, muy mal.
Creímos tener
un grave problema de desafección
como si ésta estuviera presente en todos los lados de la política española, no había
ningún analista que no viera que la desafección era el principal problema
político y que su causa estaba vinculada a la pésima actuación en todos los
órdenes de los principales partidos durante la crisis económica; y que ambos
partidos estaban sufriendo por ello pérdidas electorales crecientes y quizá
irreversibles. Se ha definido la desafección como desorientación, decepción,
insatisfacción, enfado e incluso cabreo y alienación, aunque yo añadiría otra
que es la desilusión.
La desilusión se ha apoderado de nosotros y de nuestros votantes, no hemos ilusionado, no hemos aportado un discurso motivador, no teníamos un sueño que proponer. Los independentistas tienen una ilusión, legítima por supuesto, es su sueño y se despiertan por la mañana pensando en ella y siguen pensando en ella hasta que se acuestan, es tan grande su motivación que olvidan recortes, penurias y tristezas porque tienen una ilusión que supera esa realidad, es más, para ellos la culpa de esa realidad la tiene, por supuesto, España. La fragmentación del voto entre los diferentes animosos partidos que están irrumpiendo en la política española también es producto de la falta de discurso ilusionante por parte del bipartidismo tradicional y la población precisa, hoy más que nunca, un mensaje con el que identificarse. Partidos emergentes como “podemos” se han empleado en rescatar al electorado que como la canción de Serrat está “harto ya de estar harto y ya se cansó”. Su discurso puede ser criticable, demagógico, irreal por impracticable pero lo que no se puede es achacarle que no se identifique con el hartazgo de la gente.
Seguramente, si partimos de que somos un partido de gobierno no podemos adoptar muchísimas de las propuestas ilusionantes de “Podemos” pero nuestro objetivo obligado es elaborar un mensaje atractivo y practicable que reenganche a nuestro electorado decepcionado que los motive de nuevo. No es de recibo que gracias a una patochada del Sr. Cañete encontremos una salida hacia delante en la campaña y la exprimamos hasta la extenuidad como único recurso altisonante. Es cierto que somos presos de nuestros errores, pero para aliviarnos de esas cadenas tenemos que hacer un reconocimiento expreso de los mismos, toda vez que debemos desacomplejarnos y dar un paso al frente y estar orgullosos de nosotros mismos. Últimamente he tenido ocasión y suerte de compartir espacios e ideas con otros compañeros militantes y puedo dar fe de que puedo estar orgulloso de mi partido y de sus gentes, de su calidad intelectual y humana, por eso, sin temor a equivocarme digo que podemos y debemos dar ese paso al frente y no tener miedos y prejuicios que nos aten de pies y manos.
La desilusión se ha apoderado de nosotros y de nuestros votantes, no hemos ilusionado, no hemos aportado un discurso motivador, no teníamos un sueño que proponer. Los independentistas tienen una ilusión, legítima por supuesto, es su sueño y se despiertan por la mañana pensando en ella y siguen pensando en ella hasta que se acuestan, es tan grande su motivación que olvidan recortes, penurias y tristezas porque tienen una ilusión que supera esa realidad, es más, para ellos la culpa de esa realidad la tiene, por supuesto, España. La fragmentación del voto entre los diferentes animosos partidos que están irrumpiendo en la política española también es producto de la falta de discurso ilusionante por parte del bipartidismo tradicional y la población precisa, hoy más que nunca, un mensaje con el que identificarse. Partidos emergentes como “podemos” se han empleado en rescatar al electorado que como la canción de Serrat está “harto ya de estar harto y ya se cansó”. Su discurso puede ser criticable, demagógico, irreal por impracticable pero lo que no se puede es achacarle que no se identifique con el hartazgo de la gente.
Seguramente, si partimos de que somos un partido de gobierno no podemos adoptar muchísimas de las propuestas ilusionantes de “Podemos” pero nuestro objetivo obligado es elaborar un mensaje atractivo y practicable que reenganche a nuestro electorado decepcionado que los motive de nuevo. No es de recibo que gracias a una patochada del Sr. Cañete encontremos una salida hacia delante en la campaña y la exprimamos hasta la extenuidad como único recurso altisonante. Es cierto que somos presos de nuestros errores, pero para aliviarnos de esas cadenas tenemos que hacer un reconocimiento expreso de los mismos, toda vez que debemos desacomplejarnos y dar un paso al frente y estar orgullosos de nosotros mismos. Últimamente he tenido ocasión y suerte de compartir espacios e ideas con otros compañeros militantes y puedo dar fe de que puedo estar orgulloso de mi partido y de sus gentes, de su calidad intelectual y humana, por eso, sin temor a equivocarme digo que podemos y debemos dar ese paso al frente y no tener miedos y prejuicios que nos aten de pies y manos.
Manuel
Giménez Guàrdia

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